No necesitamos nuestras cocinas para producir más vacunas

Análisis
Author
Marc Botenga, miembro del Parlamento Europeo (PTB)

Una encuesta llevada a cabo por La Alianza Popular por las Vacunas* con 77 epidemiólogos de 28 países muestra que dos tercios de ellos opinan que tenemos como máximo un año antes de que el coronavirus mute, hasta el punto de que la mayor parte de las vacunas de esta primera generación pierdan su eficacia y necesitemos nuevas vacunas. Así que necesitamos más vacunas rápidamente. En Europa, pero también en todo el mundo. Al fin y al cabo, las variantes no conocen fronteras.

Es por tanto esencial eliminar las patentes y compartir la tecnología. En efecto, hoy en día ninguna empresa puede responder por sí sola la enorme demanda. De hecho las patentes no fueron concebidas para ser utilizadas en casos de emergencias globales como las guerras o las pandemias, tal y como se puede leer en la prestigiosa revista científica Nature. Además, no todas las empresas tienen prisa por producir más rápido: "Actualmente, no están habiendo negociaciones para establecer una producción local adicional de esta vacuna", anunció lacónicamente una portavoz de Pfizer a mediados de marzo. El gigante farmacéutico estadounidense solamente se plantea la posibilidad de crear centros de producción suplementarios fuera de Estados Unidos y Europa "después de la fase de pandemia". De modo que la empresa está contribuyendo, de hecho, a mantener una artificial escasez de vacunas.

En cuanto al debate sobre las patentes, se extiende
a pesar de todo hasta la Casa Blanca. Sólo las instituciones europeas están haciendo oídos sordos. En Bélgica, el ministro socialista Frank Vandenbroucke estima que esto "no resolvería los problemas candentes inmediatos" porque, al fin y al cabo, no podemos producir las vacunas "nosotros mismos en nuestra cocina". La buena noticia es que no necesitaremos nuestra cocina. En todo el mundo, una gran parte de la capacidad de producción sigue inutilizada. Esta puede activarse en un período de tiempo relativamente corto.

Activar las capacidades de producción existentes

Los economistas Joseph Stiglitz y Michael Spence son rotundos: Según estos premios Nobel, no debería haber escasez de vacunas. 9.720 millones de dosis es la capacidad de producción que estiman para el 2021 contando solamente con Estados Unidos, India y China. Según los cálculos de Oxfam, para la producción de vacunas aprobadas contra la Covid-19, actualmente solo se está utilizando el 43 % de la capacidad mundial de producción de vacunas.

Estas cifras son impresionantes, pero podrían incluso
ser una subestimación.. La Comisión Europea no ha tardado en encontrar 300 empresas europeas que pueden contribuir de diversas maneras. La agencia estadounidense Associated Press ha identificado fábricas hasta en tres continentes distintos que podrían empezar a producir cientos de millones de vacunas contra la Covid-19. En Bangladesh, Incepta trajo un equipo completamente nuevo de Alemania. Incepta tiene muchos años de experiencia, pero ahora mismo solamente está usando una cuarta parte de su capacidad. En Sudáfrica, la empresa Biovac declaraba que podría producir unos 30 millones de dosis al año. En Dinamarca, Bavarian Nordic tiene una capacidad de más de 200 millones de dosis. La empresa canadiense Biolyse Pharma solicitó una licencia a Johnson & Johnson a principios de marzo de 2021 para producir una versión genérica de su vacuna. Puede producir dos millones de dosis al mes. El Instituto Pasteur de Senegal y Vacsera en Egipto también podrían servir para la producción de vacunas de ARN mensajero. Oxfam menciona a los productores de la India y China con gran potencial para producir vacunas de ARN mensajero. En resumen: capacidades de producción existen.

Algunos expertos de la Federación Internacional de la Industria del Medicamento (IFPMA) y de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para las Epidemias (CEPI) señalan que hay una gran capacidad de biorreactores disponibles para la producción de vacunas de vector viral y de subunidades. Apenas entre un 1 y un 5% de toda esta capacidad sería suficiente para abastecer de materia prima para estas vacunas, limitando así el impacto sobre la producción de otros productos sanitarios.

Además, los gigantes tradicionales de las vacunas, como GSK, Sanofi y Merck,
de momento no se están implicando en la medida de sus capacidades. Según algunas previsiones estarían produciendo en conjunto algo más de 225 millones de vacunas en 2021, lo que cubriría apenas un 1,5% de la población mundial. GSK/Sanofi estaban, sin embargo, preparados para producir más de mil millones de dosis de su propia vacuna. Merck también estaba preparada para producir cientos de millones de dosis de sus propias vacunas. Antes del coronavirus, producían entre los dos la mayoría de los 3500 a 5500 millones de vacunas del mundo. Aquí hay por tanto también un gran potencial de capacidad de producción que puede activarse a corto plazo.

Esto puede ir rápido

A la industria farmacéutica le gusta repetir que la puesta en marcha de la capacidad de producción puede tardar años. Tal vez, pero la capacidad de producción actual ha sido creada en un tiempo absolutamente récord. Hace un año, las vacunas contra la Covid-19 ni siquiera existían. En el caso de las vacunas de ARN mensajero, ni siquiera existía capacidad para la producción industrial. BioNTech y Moderna nunca habían producido una vacuna comercial.

La clave está en la transferencia de tecnología y conocimientos. Las investigaciones llevadas a cabo por la ONG
Knowledge Ecology International (KEI), basadas en 70 proyectos en curso, muestran que la producción puede, por lo general, ponerse en marcha en un plazo máximo de seis meses. Esto se aplica a las diferentes plataformas.

La empresa suiza
Lonza firmó un acuerdo con Moderna el 1º de mayo de 2020. Estaba previsto que la producción comenzara tan solo un mes después de la transferencia de tecnología. Knowledge Ecology International menciona a la empresa alemana Rentschler Biopharma SE que firmó un acuerdo con CureVac en noviembre de 2020 y tres meses después ya estaba desarrollando su capacidad productiva. La empresa bengalí Incepta dice que puede producir 500.000 dosis al año, de manera inmediata, preferentemente vacunas de subunidades o de ARN mensajero. La empresa argentina mAbxience empezó a producir la vacuna de vector viral de AstraZeneca tres meses después de la transferencia de tecnología. Los ejemplos brasileños del Centro Biomédico Fiocruz (AstraZeneca) y del Instituto Biomédico Butantan (Sinovac) demuestran que las nuevas unidades de producción también se pueden instalar rápidamente en otros lugares.

Aprovechar las nuevas tecnologías

Alain Alsahani de Médicos Sin Fronteras (MSF) cree que el ARN mensajero podría suponer un veradero cambio de paradigma. En el caso de las vacunas de vector viral, como la de AstraZeneca, se producen biológicamente en grandes cubas, en biorreactores en los que se cultivan las células necesarias. Sin embargo, estas células son muy sensibles: una pequeña perturbación y la producción se estropea. Por otro lado, la aplicación a gran escala de los procesos químicos de la tecnología del ARN mensajero sería más fácil y también ofrecería mayor flexibilidad en el futuro, por ejemplo, para adaptarse a las variantes del coronavirus.

La etapa de producción que consiste en condicionar el ARN mensajero en nanopartículas lipídicas (LNP) requiere
ciertamente un conocimiento técnico. Este conocimiento sigue estando muy concentrado y la capacidad de producción es limitada. Pero la propia Pfizer está demostrando que, incluso ahí, la transferencia de tecnología es posible. De hecho, es precisamente el Polymun Scientific austríaco quien desarrolló esta tecnología y se la transfirió a Pfizer. Suponemos que Lonza está llevando a cabo este proceso para Moderna.

La revista Nature señala que las autoridades podrían haber forzado ya a las empresas químicas a producir más materias primas para la vacuna. Actualmente, la nueva incubadora europea HERA puede jugar un papel importante en este sentido. Esta nueva asociación público-privada, creada por la Comisión Europea, tiene como objetivo solucionar los posibles cuellos de botella de la producción, no sólo mediante la cartografía de las capacidades existentes, sino también apoyando la rápida creación de nuevas capacidades productivas. Se basa en BARDA, la autoridad pública de investigación biomédica de Estados Unidos y el objetivo sería garantizar una gestión rápida y centralizada de toda la cadena de producción. Por su parte, los Estados Unidos lanzaron la Operación Warp Speed, que invertía en estas materias desde abril de 2020.

Un cohete de tres plantas para más vacunas

En la actualidad, la capacidad de producción se está incrementando principalmente mediante acuerdos bilaterales entre empresas. Los titulares de las patentes negocian y celebran acuerdos de fabricación, uno a uno, con otras empresas seleccionadas, que entonces pueden iniciar gradualmente la producción. Empresas farmacéuticas como Pfizer, Moderna o AstraZeneca mueven los hilos y determinan qué es lo que se produce, dónde, cuánto, cuándo y a qué precio. Este proceso es lento e ineficaz.

Con un cohete de tres pisos, la Comisión Europea y los Estados miembros podrían tomar las riendas y hacer de la vacuna contra la Covid-19 un bien público accesible y disponible para todos. En primer lugar, hay que eliminar las patentes y todos los demás derechos de propiedad intelectual sobre la vacuna y sobre los medicamentos contra el coronavirus. Por eso debemos apoyar la petición de India y Sudáfrica a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para que se levante la patente de la Covid-19. Esta suspensión general de las patentes garantizaría
una seguridad jurídica a los candidatos a desarrollar y fabricar vacunas, ya que las vacunas suelen estar sujetas a diferentes derechos de propiedad intelectual. Apoyamos de hecho estos principios también con la Iniciativa Ciudadana Europea #NoProfitOnPandemic. Además, en el ámbito nacional, se debería reservar la posibilidad de conceder licencias obligatorias.

En segundo lugar, los conocimientos y la tecnología deberían ser ampliamente compartidos. El Grupo de Acceso a la Tecnología COVID-19 (C-TAP) creado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una herramienta ideal. Lamentablemente, la participación en esta
plataforma hasta ahora ha sido voluntaria, por lo que ningún fabricante de vacunas ha compartido ahí su tecnología. Aquí las autoridades tienen un papel importante que desempeñar. La Comisión Europea debería utilizar los proyectos propuestos para apoyar una amplia transferencia de tecnología, tanto en el seno de la task-force para la producción industrial a mayor escala, como en la incubadora HERA.

Por último, la capacidad de producción disponible debe adaptarse y utilizarse lo antes posible. En lugar del enfoque fragmentado actual, en el que cada empresa celebra sus propios acuerdos bilaterales con los subcontratistas, debería haber una coordinación
más centralizada, como hemos visto en Estados Unidos con la Operación Warp Speed. A través de un enfoque supranacional, bajo el auspicio de la Organización Mundial de la Salud podemos integrar diferentes empresas de todo el mundo en las diferentes etapas del proceso de producción. Esto garantiza el máximo impacto de nuevos recursos que deberían servir para eliminar los cuellos de botella de la producción y promover la cooperación entre empresas. La iniciativa europea HERA debería utilizarse para apoyar esta dinámica.

Quienes dicen que la eliminación de las patentes no lo resolverá todo, tienen razón. Pero es un primer paso necesario. Cuanto más rápido
actuemos, más rápido podremos salir.

 

 

*https://www.oxfam.org/en/press-releases/two-thirds-epidemiologists-warn-mutations-could-render-current-covid-vaccines

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